El ojo del amo, ¿engorda el ganado?
El antiguo dicho lo afirma “El ojo del amo engorda al ganado”. El significado del mismo es bastante sencillo, cuando la persona para la que se está realizando un trabajo supervisa las tareas, los resultados suelen ser mejores. Esto sucede porque los trabajadores saben que los están observando y deben dar lo mejor de sí en todo momento.
Ahora bien, desde hace ya varios años se han realizado estudios que apuntan que las empresas en las que los fundadores mantienen un rol activo tienden a ser más exitosas e innovadoras. Crecen más rápido, toman mayores riesgos y se ganan la lealtad de sus empleados.
Las empresas que pierden a sus fundadores parecen estar en desventaja. Pero sería extraño pensar que los ejecutivos que reemplazan a los fundadores, cuyos ingresos a menudo dependen de los resultados, son menos estrictos o cuidadosos.
Por lo tanto, la conclusión es que los dueños de un negocio no aportan valor solo por la disciplina que pueden imponer.
Es importante notar que cuando hablamos de rol activo no necesariamente queremos decir que el fundador sea el CEO de la empresa, también puede ocupar otro cargo. Podría ser parte del board de la empresa.
Una cuestión de ADN
El éxito de muchas empresas no radica en la creación de un producto excepcional, aunque nunca está de más tenerlo. Aparece en la impronta de quienes la crearon. Es una forma de hacer las cosas que le permite diferenciarse de un modo positivo.
No se trata de una filosofía bien armada, sino de un conjunto de acciones concretas y una forma de encarar los negocios que puede observarse día a día.
Esta manera de pensar se transmite de forma directa por la intervención diaria del fundador en los asuntos de la empresa. Idealmente esa forma de ser es incorporada naturalmente por los empleados.
En instancias posteriores se formaliza, y de esa manera construye una cultura empresarial capaz de sobrevivir al tiempo y el cambio.
Dado que hablamos de una diferencia a favor de las empresas guiadas por sus fundadores de una forma general, el elemento clave debe ser común a todas ellas.
En un artículo publicado en 2016 la consultora Bain & Company proponía tres elementos claves para explicar lo que hace única a la mentalidad del fundador. Les propongo revisarlos brevemente.
Propósito
El primero de ellos es un gran sentido del propósito de la empresa. Lo dicho a menudo supone la capacidad para enfrentarse a las normas de la industria favoreciendo los intereses de los consumidores.
En términos más tradicionales podríamos hablar de visión y misión. ¿Las palabras que aparecen en esos espacios significan algo? Cuando tienen valor para los empleados el resultado es un mejor desempeño.
Es la moral de la tropa, la convicción de que se está luchando por algo que vale la pena.
El frente de batalla
Un problema que tienen muchos fundadores es que les es difícil delegar. En etapas más avanzadas les cuesta dejar lo que sucede en el día a día para ocuparse más del largo plazo y la estrategia.
Sin embargo, hay algo muy positivo en estar en el frente de batalla. Ocuparse de las pequeñas cosas y dar el ejemplo. Proyectan la imagen de un líder que cree en lo que dice y está dispuesto ha poner en práctica lo que le pide a los demás.
Un beneficio extra de esta actitud es que le permite al fundador constatar si las premisas con las que se maneja son verdaderas.
No es necesario explicar lo difícil que es para alguien que viene de afuera a reemplazar al fundador adoptar estas mismas actitudes.
Propiedad
El tercer aspecto mencionado es la mentalidad del propietario. Básicamente, se actúa con mayor velocidad y decisión cuando lo que está en juego nos pertenece. Porque tenemos un mayor sentido de urgencia, pero también porque tenemos mayor libertad para tomar riesgos.
No es poco común que algunas empresas que se hacen públicas descubran que han perdido algo de la agilidad que tenían cuando eran empresas privadas. Cuando tenían un dueño que decidía, en vez de tener gente que decide y luego responde a los dueños.
El ejemplo del amo
Volviendo al dicho, es cierto, el ojo del amo engorda el ganado. Pero el orden y la disciplina sin inspiración no tardan mucho en transformarse en rutina, complacencia y tedio.
Las vacas engordan más cuando el amo comparte tiempo con los vaqueros y les comunica el propósito de su trabajo. Cuando puede observar lo que ocurre a su alrededor y adoptar nuevas prácticas y, si es necesario, tomar riesgos.